El camino hacia la inclusión social pasa por la educación. Por eso, en este mes de septiembre, queremos celebrar las acciones, la vida y los derechos de los estudiantes que participan en el Plan Emaús de Cáritas y compartir algunos de sus testimonios. Para cada uno de ellos, nuestros Espacios Educativos son también una oportunidad de crecimiento personal, donde eligen ser esperanza a través de un compromiso solidario y concreto con sus pares, en contextos de alta vulnerabilidad social.
El Plan Emaús ofrece becas terciarias y universitarias y a su vez anima a los jóvenes a retribuir los conocimientos adquiridos a través de un servicio a la comunidad a la que pertenecen. De este modo, al mismo tiempo que estudian, asumen tareas de apoyo escolar, recreación o el dictado de talleres de distintas disciplinas para niños y adolescentes en los Espacios Educativos.
Hoy, alrededor de 200 de los 800 voluntarios que colaboran en actividades recreativas y deportivas son estudiantes que participan en la propuesta.
Testimonios
El esfuerzo y la dedicación de los estudiantes becados son acompañados por referentes y tutores de los espacios parroquiales, quienes los animan y ayudan a enfrentar las dificultades para sostener sus trayectorias educativas.
En ese sentido, Mariel, de Iguazú, comparte su experiencia: «Fui becada durante los últimos dos años de mi trayecto formativo como maestra y en Cáritas fueron especialmente considerados con mi difícil situación personal: yo era de Esperanza y tenía que ir a Iguazú para cursar. Sin el aporte económico para solventar el transporte, no estaba en condiciones de concluir mis estudios. El apoyo y la confianza que los demás tuvieron en mí me impulsaron a esforzarme más».
Las oportunidades de desarrollo que esta metodología ofrece a los jóvenes estudiantes exceden el ámbito académico. Así lo explica Gabriel, referente educativo de Esquel y docente de nivel primario: «Egresé el año pasado, pero desde 2022 soy parte del Plan Emaús en la parroquia San Cayetano. Emaús aportó mucho a mi trayectoria, tanto en lo profesional como en lo personal, porque me dio la oportunidad de mantener un vínculo constante con las necesidades de los niños a quienes enseñaba y de establecer un diálogo con cada familia para comprender sus historias. Y desde lo personal, me aportó otra mirada de la solidaridad: la de poder acompañar desde mi rol como educador, identificando la situación particular de dolor que tiene cada chico que viene al espacio».
En esa misma línea, María, de La Rioja, testimonia y comparte: «Para mí, Emaús es un camino de encuentro, esperanza y solidaridad. Acompañar a estudiantes adolescentes y jóvenes me enseñó a mí: aprendí a ponerme en el lugar del otro, descubrí el valor de la paciencia y que acompañar con el corazón hace la diferencia. En este camino también se hacen amistades y uno siente que nunca está solo, porque siempre hay alguien dispuesto a sostenerte, ayudarte y caminar a tu lado».