La irrupción de la pandemia y la adopción de drásticas medidas para prevenir contagios obligaron a readaptar muchos de los servicios que brinda Cáritas en los barrios más humildes. Y aunque se fueron cerrando las puertas de los templos, escuelas y otros espacios, la atención de las necesidades más urgentes se multiplicaron y tuvieron una abnegada respuesta por parte de los voluntarios.
Fue lo que sucedió, por ejemplo, en los Centros Barriales, donde Cáritas ofrece contención y acompañamiento a personas que sufren problemas de adicciones. De los servicios de esos espacios dependen -casi literalmente- las vidas de muchas personas que viven situaciones de alta vulnerabilidad, y allí el trabajo se fue adaptando, no sólo para respetar la cuarentena, sino también para brindar respuestas a las nuevas realidades generadas por la pandemia.
Pablo Vidal, coordinador del Área de Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones de Cáritas Argentina, explica que, “al principio, como a todos los argentinos, la pandemia nos sorprendió y no sabíamos bien qué hacer, porque la situación también daba un poco de miedo. Pero, como todo en la vida, fuimos buscando opciones, charlando con médicos, capacitándonos, tomando contacto con los ministerios de Salud en sus distintos niveles, para poder adaptar nuestros lugares”.
En estos momentos, detalla, “en algunos espacios damos de comer, en otros colaboramos para facilitar el acceso a los servicios sociales del Estado, en muchos de ellos fuimos adaptando ambientes como lugares preventivos, para que gente en situación de calle pueda dormir a la noche, y en algunos otros que funcionaban de día pusimos camas para que la gente no esté en la calle”.
“Todo esto, puntualiza, nos exigió trabajar más que nunca junto al Estado, en especial, junto a los agentes sanitarios. Porque se necesita la articulación con el Centro de Salud más cercano para la prevención, para las vacunas, para conseguir medicación, para hacer controles y aislamiento en el barrio”.
Cáritas es amor cercano, que cuida, incluye y transforma
Además del acompañamiento a las personas con problemas de adicciones, los centros barriales se abrieron a las nuevas realidades de la pandemia. Viendo lo que sucedió en Europa, se planteó el desafío de cuidar a los abuelos de los barrios, a los que viven en la calle y en contextos de hacinamiento.
Así, explica Pablo, “lo primero fue adaptar lugares preventivos para que puedan vivir abuelos y gente de la calle, y a su vez, hacer una campaña fuerte para relevar dónde estaban esos abuelos, si se vacunaron o no, y llevarles las comidas para que no salgan de su casa. Esta tarea, sí o sí fue articulada con los agentes de salud de cada lugar porque pueden proveer la medicación, o enviar profesionales médicos a las casas de los abuelos, para verlos o vacunarlos sin salir de casa”.
Pablo destaca que “lo más maravilloso que está pasando en este tiempo, es que los que se están poniendo a trabajar como voluntarios en el barrio, los que van a relevar a los abuelos, los que se quedan viviendo en los lugares de aislamiento para cuidar a los otros, los que preparan y llevan la comida, son las personas de los hogares que estaban atravesados por el tema del consumo”.
En ese sentido, Pablo señala que, “es interesante ver que, por ejemplo, toda la infraestructura de ayuda alimentaria del Estado tenga a estas personas como eslabón final para llegar a los más alejados. Resulta paradójico que los descartados del barrio, los descartados de la sociedad, pasaron a ser los protagonistas a la hora de cuidar el barrio. Es como un reflejo de aquella imagen que presenta el Evangelio: `la piedra que descartaron los constructores es ahora la piedra angular´. Hoy, cuando está todo cerrado, cuando las escuelas están cerradas, los templos están cerrados, los que están en la calle llevando la comida son ellos. Es muy fuerte”.
Pablo resume su pensamiento recordando el llamado del Papa Francisco a “tender la mano” al que lo necesita. “Es lo que tratamos de hacer, aún en medio de la pandemia: tender la mano dando la comida, haciendo campañas de vacunación, adaptando los lugares para esta nueva realidad. Que esta emergencia nos ayude a ser más solidarios, a pensar en el otro, a salir al encuentro del otro. Que nos ayude a reconocernos como pueblo, que caminamos juntos para llegar juntos. Porque si llegamos, llegamos todos juntos.”, concluye.